Cada último domingo de agosto, desde 1990, el desierto de Nevada acoge durante una semana el Burning Man, un festival nacido como escenario para la expresión artística y personal conjugada con la ruptura con el confort de la civilización.
Las contribuciones expresión que se pueden encontrar dentro de los estrictos confines de esta comunidad temporal van desde enormes esculturas y construcciones a la modificación de vehículos, terminando por una de las más divertidas, el vestuario de los asistentes.
Todo muy bonito y muy trascendental, si se intenta obviar el hecho de que el Burning Man fue adoptado desde casi sus inicios por el movimiento rave y los aficionados a la música electrónica, que al final es buena parte del atractivo de este creciente evento.
Desde hace algunos años, hay unos cuantos famosos jugadores de poker que se declaran fanáticos de esta experiencia, una coincidencia que suele proveer de abundante y curioso material gráfico. La más entusiasta es Liv Boeree, que ha convertido a esta suerte de religión temporal a su pareja, Igor Kurganov. Otro grupo que no suele faltar es el de Antonio Esfandiari, Dan Bilzerian, Bill Perkins y allegados, aunque este año, para mí, el que se lleva la palma es el «astronauta» Steve O’Dwyer.
Once again, #burningman exceeded our expectations. Thanks to everyone for their contributions to the city. pic.twitter.com/y10VTNNtX0
— Liv Boeree (@Liv_Boeree) 6 de septiembre de 2016