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Juan Carlos Barros, del basket al póquer profesional

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Aún hoy, la figura del jugador profesional de Póquer evoca novelescas partidas de viejos tahúres en pleno Mississipi. Sin embargo, en la actualidad esta imagen ha dado paso a los circuitos profesionales de USA -con TV y patrocinadores incluidos- o, ya en pleno siglo XXI, a los profesionales cibernéticos. Juan Carlos Barros, con 19 temporadas de básket profesional a sus espaldas, es uno de ellos. Desde su domicilio coruñés, el que fuera uno de los primeros aleros altos españoles se gana la vida participando en partidas on-line y actualizando su web, una de las más completas sobre el juego del Póquer.

Juan Carlos Barros dejó de ser alero profesional de baloncesto este pasado junio en Aveiro, Portugal, después de 19 años en activo descritos en Villalba, en el Pamesa, el Caja San Fernando, el CB Granada y, ya en el paí­s vecino, en el Estrelas da Avenida, el CAB Madeira, el Benfica y las dos últimas temporadas, cumpliendo 37 años, en el referido Aveiro. Dilatada carrera que dio para mucho.

También para dejar huella de jugador de vestuario, de canalizador de sonrisas y desengaños ajenos; para ser amigo y agradecido de sus compañeros y, fuera de las canchas, en los tiempos muertos de triples y rebotes, cultivar un background como jugador de Póquer que en la actualidad le da para comer y vivir una realidad bastante cercana a lo que hoy en dí­a se tiene por libertad: «Sabí­a que si conseguí­a ganar el suficiente dinero jugando al Póquer, podrí­a vivir de la forma que siempre habí­a deseado, sin horarios y sin jefes».

Así­, con las cartas e Internet, tenemos a un Juan Carlos Barros gallego, alto (2m05cm) y jugador de Póquer de profesión. «Cuando llega la retirada, se echa de menos la competición por las subidas de adrenalina que provoca. Esto es algo que a todos los jugadores, o a casi todos, nos pasa. Yo estuve enganchado al baloncesto y ahora satisfago la necesidad de competir jugando al Póquer. Como suelo decir, he cambiado los partidos por las partidas y el balón por el ratón. Eso es todo».

Los amiguetes de finales de los 80, en Villalba

Igual como su profesionalismo en el baloncesto, el germen de lo que hoy es su vida también empezó a cocerse en Villalba, dónde Juan C. Barros junto a su compañero y amigo Mike Schleghel frecuentaban el Casino de la localidad madrileña. Fueron las primeras cartas en vivo, un primer contacto con el juego que acabó en las partidas que jugaban un rato libre sí­ y otro también ellos dos y Juan Ramón Marrero, actual directivo del Gran Canaria.

«í‰ramos buenos amigos y compartí­amos nuestra pasión por el básquet y el juego. Hasta hací­amos quinielas juntos todas las semanas y llegamos a acertar una de 15. Nos creí­mos ricos, pero fue más el dinero que nos gastamos en la celebración que lo que nos dieron como premio», revela.

Fue entonces, cuando Barros conoció el primer caso de profesionalismo de Póquer en «la mujer de Lance Berwald, (el otro americano del equipo), que después de desplumarnos varias veces, nos contó como jugando al Póquer pudo pagarse sus estudios y el alquiler del apartamento durante esos años». Pasado un tiempo, ya en Valencia, las partidas de Póquer semanales organizadas por el propio Barros se convirtieron en un clásico y en la terapia ideal para relajar las tensiones que la competición profesional genera, «para compartir momentos agradables, y estimular las relaciones del vestuario».

En Andalucí­a, el interés persistió pero no la práctica («no habí­a tradición»), juego y mesas que volvieron con toda la modernidad en Portugal, «dónde descubrí­ el binomio Internet-Póquer, y las posibilidades que habí­a tras él. Fue cuando decidí­, hace dos años, que ahí­ iba a estar mi futuro. No fui el único en tomar esa decisión. Un ex compañero y amigo (Jomané Nunes) decidió hacer lo mismo, y aunque él sigue en activo, piensa dedicarse full time al Póquer cuando acabe esta temporada. De hecho en estos momentos ya gana más dinero con las cartas que en la pista».

Cartas y enemigos virtuales

Jugando al Póquer por Internet, «consigo mantener el nivel de vida que siempre he deseado. La clave está en controlar tu ambición y tener claro en los lí­mites económicos en los que puedes jugar. Cuanto más altos, mejores jugadores te vas a encontrar. Si en el Póquer quieres ganar dinero aléjate de los tiburones y acércate a los patos. Yo prefiero asumir un riesgo controlado y seguir jugando en lí­mites en los que me siento cómodo y que sé que no me voy a encontrar con muchos jugadores más preparados que yo». No a todo en la vida se le apellida dinero, y eso es algo que el ex-jugador de baloncesto tiene muy claro y en mucha consideración. «Puedo jugar hoy dos horas, mañana siete y pasado ninguna. Esto, y poder jugar cualquier dí­a del año, a cualquier hora y desde el sofá de tu casa es algo que no tiene precio», pero que va incluido en el sueldo mensual del jugador.

En la actualidad por ejemplo, Barros no juega mucho pues pasa la mayor parte del tiempo actualizando y desarrollando los contenidos de su página web, «mi objetivo con www.pokerpoquer.com es ofrecer información en castellano sobre el Póquer y tener un espacio en donde los aficionados a este deporte podamos compartir nuestras experiencias». Leer, estudiar, analizar, saber y entender cada dí­a más de Póquer, algo que Barros no deja de hacer y que, cada uno a su manera y según su afición, puede ir emulando a través de su página. ¿Y la mala suerte, las malas rachas? ¿Se puede vivir pendiente de esa incertidumbre?

«En contra de lo que la gente cree, en el Póquer la suerte, a largo plazo, tiene una incidencia mí­nima en los resultados. Es como en el baloncesto. Un equipo pequeño puede ganar a un grande, pero en una serie de play-off sus posibilidades se reducen casi a la nada. De hecho, la mayor y en esencia única diferencia entre el Póquer y el baloncesto es el carácter individual de uno y el colectivo del otro».

El resto, pasa en los dos casos por tener disciplina y auto control de las emociones; prestar atención a los pequeños detalles; aprovecharte de los errores de tu oponente; prepararte y estar en forma para poder competir. «El baloncesto fue mi primera profesión y he conseguido que el Póquer sea la segunda. Me da seguridad saber que dependo de mi mismo para ganarme la vida. Mientras siga habiendo jugadores peores que yo, no tendré problemas. De lo que me tengo que preocupar es de encontrarlos y para eso Internet es un paraí­so. De nada te vale ser el décimo mejor jugador del mundo si te sientas a jugar contra los nueve mejores».

Así­, lejos de la muchedumbre de los pabellones y el bote del balón, vive hoy este gallego que empezó siendo pivote, derivó a alero alto – uno de los primeros de nuestro baloncesto- y que ha encontrado en las cartas su medio de vida, una profesión que tanto su mujer («ya me conoció probando sistemas y métodos de Ruleta y Black Jack») como ahora también sus padres («Mi padre en un principio hubiera preferido que cogiera su relevo en el negocio del puerto, pero ahora entiende el porqué de mi decisión y hasta ha aprendido a manejar el ordenador para jugarse sus partidas») ven como algo normal, algo que para nada se asemeja a la trastienda en blanco y negro de un club de Jazz contorneado con luces de humo, y habitado por semblantes oscuros bajo sombreros de medio lado barajando cartas.

Lo ven tal y como es en Estados Unidos, dónde «jugar al Póquer es una profesión como cualquier otra que además posee un circuito profesional con seguimiento televisivo y toda clase de esponsors. Algo muy normal que acabará por serlo también en Europa». Por que, como sentencia Barros desde la comodidad acolchada en el sofá de su casa en A Coruña, «la hormiga trabaja porqué no sabe cantar.»

Jordi Plí  es Periodista de El 9 Esportiu