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El juego más peligroso

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El soniquete de las máquinas tragaperras y el tintineo de las monedas al conseguir un premio son parte de la atmósfera de los bares españoles. Pero la imagen de personas solitarias ante los reclamos luminosos de una recompensa en euros es más que el reflejo de una costumbre, una maní­a o un mal llamado vicio: es una enfermedad, la ludopatí­a, que afecta a 800.000 personas en España. Según los datos de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (Fejar), se calcula que cerca del 2% de la población española es jugadora patológica, «y hay un 4% que está en el filo de la adicción», señala Leonardo Soriano, presidente de Fejar. Además, el volumen económico del juego es importante: cada año, los españoles gastan más de 8.000 millones de euros en tragaperras, loterí­as, bingos y casinos.

El problema tiene una raí­z social: «El juego no se percibe correctamente por la sociedad –explica Jerónimo Sáiz, jefe del Servicio de Psiquiatrí­a del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid–. No es un problema social. A los ludópatas no se les considera enfermos». Y lo son, con sus caracterí­sticas especiales. Normalmente, provienen de una relación con el juego relativamente prolongada, que a veces dura años antes de convertirse en ludopatí­a. «Se empieza como algo lúdico, relacional. Pero poco a poco va ocupando todos los aspectos vitales del sujeto, hasta convertirse en algo central, en la causa de todas sus preocupaciones; y para conservar el juego se miente, se cometen delitos o se traiciona la confianza de la familia», explica Sáiz.

El resultado de este proceso destructivo es la pérdida de la dignidad y la credibidlidad de cara a los demás. «Los perjuicios son muy graves: trastornos o incluso pérdida de los ví­nculos familiares, daños en su situación laboral, en sus ví­nculos de amistades… Sus efectos llegan a ser globales, afectan a su calidad de vida, destruyen su proyecto personal», afirma el psiquiatra.

La escasa conciencia social de la ludopatí­a como enfermedad implica a los propios afectados, que se niegan a sí­ mismos como enfermos. Según Rosana Santolaria, psicóloga y presidenta de la Asociación para la Prevención y la Ayuda del Ludópata, «les cuesta muchí­simo empezar los tratamientos. Entre el 80% y el 90% de los ludópatas se somete a ellos presionado por la familia, ‘para callarlos’, con intención de seguir jugando. Después, a través de la terapia, sí­ se da cuenta cuenta de su problema».

Como cualquier otra adicción, el seguimiento de los tratamientos es irregular: «El éxito es el mismo que en los alcohólicos, drogadictos o anoréxicos –asegura Jerónimo Sáiz–. De los que van voluntarios, a los seis meses, sólo queda la mitad. Y al final del tratamiento, a los dos años, sólo lo ha seguido un 15% de los pacientes».

Todos los expertos coinciden en que, de entre los diferentes tipos de juegos de azar, los más peligrosos son los de premio inmediato, como las tragaperras, el bingo o los juegos de casino.

También, destacan que es necesario un mayor esfuerzo en prevención e información sobre ludopatí­a. Desde Fejar, Leonardo Soriano denuncia la escasa atención que los poderes públicos dedican al juego, del cual el 30% está en manos del Estado: «Por ejemplo, defendemos que las tragaperras salgan de los bares y se limiten a salones de juego donde el control del acceso de, por ejemplo, menores fuera más fácil. Entendemos que, con un margen de cinco años, es realizable. Pero la voluntad de los polí­ticos no está en esa lí­nea. En septiembre de 2003, se aprobó en la Comisión de Salud y Empleo que el Gobierno realizara un estudio a nivel nacional sobre la ludopatí­a, y no se ha hecho, con ninguno de los dos Ejecutivos. Para nosotros, tratan el problema con indiferencia».

Los que no pueden entrar en el casino

‘Reservado el derecho de admisión’, advierten prácticamente todos los casinos y bingos de España. Pero las razones para que impidan a una persona entrar en uno de estos locales pueden ser muy distintas. En el caso de jugadores patológicos, existe la posibilidad de que sean ellos mismos quienes restrinjan su acceso. Existen registros de ludópatas, gestionados por las comunidades autónomas, en los que los enfermos entran por propia voluntad.

Los registrados deciden qué nivel (provincial, autonómico o nacional) alcanza su autoprohibición para entrar en casinos y bingos. Existen diferentes posibilidades de que se revoque la autoprohibición, dependiendo de la comunidad autónoma. Según la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados, es un buen instrumento, pero sus criterios deben unificarse entre las distintas comunidades autónomas.

Bien distinto es el famoso caso de Los Pelayos, un clan familiar, dirigido por Gonzalo Garcí­a Pelayo, que, con el análisis de las desviaciones fí­sicas de las ruletas de los casinos, consiguió ganar grandes cantidades de dinero. El éxito de los métodos matemáticos de Los Pelayos en el Casino de Madrid provocó que se les impidera el acceso a la sala, un asunto que les llevó a los tribunales.

La aplicación internacional de su exitoso método duró hasta que los directivos del casino madrileño dieron el soplo a sus colegas del resto del mundo.

De los dados de Palamedes a la Teorí­a de los Juegos

Se conoce la afición por los juegos de azar por lo menos desde veinte siglos antes de Cristo. La tradición asigna la invención del juego de los dados a Palamedes, durante el asedio a Troya. Después, fueron muy usados por etruscos y romanos.

A lo largo de la Historia, se conoce la adicción al juego de emperadores romanos como Augusto y Claudio; también de literatos españoles, como Luis de Góngora y Argote, y rusos, como Lermontov y Dostoievsky; este último plasmó su tragedia en una obra clásica: ‘El jugador’.

El azar ha sido también abordado por filósofos, desde Aristóteles, que sostení­a que entre las causas necesarias para que sucediera cualquier fenómeno habí­a que incluir el azar (correspondientes a sucesos naturales) y la suerte o fortuna (relativa a los fenómenos naturales).

A partir de 1928, con John von Neumann, nació la Teorí­a de los Juegos, con la que, desde el azar, comenzó el desarrollo de estrategias en el caos combinatorio; el juego se convirtió también en una herramienta de la lógica, la matemática y el desarrollo de la inteligencia artificial.

Fuente: Expansión