La compañí­a canadiense Amaya, propietaria de Pokerstars, acaba de presentar unos triunfales resultados del primer trimestre de 2017.

Los ingresos han aumentado un 18%, inlcuido un inesperado crecimineto del 1,1% en el negocio del poker online. A esto se acompaña una reducción de la deuda a corto plazo generada por la compra de Pokerstars.

Con el respaldo de los números, la relativamente novel junta directiva de Amaya ha dejado entrever a sus accionistas que es inminente un lavado de cara que rompa de una vez con todos los lazos del turbio pasado relacionado con el fundador de la multinacional, David Baazov.

El tiburón de las finanzas que orquestó la dudosa ingenierí­a financiera neesaria para absorber al gigante del poker online sigue a la espera de pasar por los tribunales, para responder a las acusaciones de uso de información privilegiada dirigida a manipular el precio de las acciones de Amaya y beneficiarse personalmente de ello.

El nuevo CEO Rafi Ashkenazi, en representación de toda la junta, anunció que se van a tomar todas las medidas posibles y necesarias para soltar semejante lastre.

Las relaciones con Baazov son ya completamente inexistentes. Desde el pasado agosto, Baazov ya no posee cargo alguno en la empresa. Además, se han establecido normas para sabotear todos los intentos de recompra de la empresa por parte de Baazov, tanto los pasados como, pretendidamente, los futuros.

Ashkenazi, además, se ha buscado una mano derecha con mucho peso en la industria. Ha fichado como Jefe de Desarrollo al ex-directivo de William Hill Robin Chhabra. Se supone que la verdadera función de Robin Chhabra será la de liderar el proyecto de adquisición de una casa de apuestas puntera, pues ha estado al frente de todas las tentativas de expansión que ha hecho William Hill en los pasados años y cooce como nadie, de primera mano, los intereses y precios de cada operador del mercado.

Pero la idea de cortar amarras con Amaya no se reduce a las estrategias de despacho. En estos casos, es igual de importante, o más, blanquear la fachada, y Ashkenazi pretende cambiar el nombre corporativo y trasladar las oficinas de la compañí­a (sí­, esas que registró la policia judicial canadiense).

Amaya pasará a ser The Stars Group Inc., y se mudará a 600 km hacia e oeste, de Montreal a Toronto, para dejar atrás tanto fí­sica como ideológicamente la herencia de Amaya, la creación de David Baazov..