Para cenar, quedamos en la entrada de la poker room del casino. Como ejercicio de mentalización-visualización nos hacemos unas fotos con el trofeo de ganador.
Esta foto no es la que vale. La buena es la que te hacen con el cheque. Pero para ir haciéndonos una idea de lo que viene después del trofeo, bien valen. Es-te tor-ne-o, lo va-mos a ga-nar. Mentalización no es suficiente. Pero es imposible ganarlo si antes no te imaginas (y deseas) como va a ser el momento de la victoria. Al menos dos de nosotros ya estamos más que preparados. Otra cosa será lo que suceda sobre las mesas. Todos sabemos lo reputo que puede ser este juego.
Venezuela again, nos tenemos que levantar de un restaurante después de que nos digan que no pueden preparar ninguno de los seis primeros platos de la carta por falta de materia prima. Nooo, no hay restricciones. Alegan que como los espartanos son tradicionalmente de la oposición, el gobierno hace tiempo que no invierte ni lo necesario. Muy probablemente sean rumores sediciosos sembrados por la maldita oposición. Poco nos importa. Tenemos hambre y nos vamos al comedero de al lado. El menú, para entrar en una guía. Una veintena de platos variados. Para probar de todo.
Llegan Jorge Plí y Javi, el cámara. Anoto la compulsión del los locales por la Blackberry, que les absorbe extraordinariamente. Me cuentan que el 80% de las blackberrys de Latinoamérica están en Venezuela. Me lo creo. Lo suyo con ese chisme es completamente compulsivo.
Lo mejor, pulpo a la gallega. En bolcito. En su punto perfecto y con su cachelo de acompañamiento. En Galicia he comido muchos no tan al punto como este… Pocas veces probé tantos platos y no falló ninguno.
Acabada la cenona, unas copichuelas en uno de los garitos más de moda. Nos cachean a la entrada de sobacos a tobillos. Por alguien será. Aquí, llevar armas es legal, aunque hay que justificar el por qué. Joder. Cuando te cachean más que en un aeropuerto coges una idea de cómo va la gente por la noche…
Cada uno opta por diferentes maneras de relajarse.
Abandonamos justo en el punto en que la cordura se confundiría en la noche margariteña. Todos conservamos, sorprendentemente, el sentidiño como para acordarnos que mañana se trabaja. En el límite. Prometí que no me traería ningún souvenir de carne y hueso y esta noche me podría haber enamorado de verdad dos veces. Es… ¡tan fácil aquí!. La ventaja de ir en grupo es que siempre hay alguien que piensa mejor que tu. Retirada a la habitación.
Abro la ventana y dedico media hora a meditar y concentrarme para mañana. No necesito música. El sonido de las olas del Caribe es la melodía perfecta. (El sonido os llegará en breve… son unos problemillas técnicos)
Es-te tor-ne-o, lo va-mos a ga-nar!!!. O no. Pero serán las cartas quien nos echen, no nosotros. Algo de ventaja llevamos, creo…