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Leo Margets nos convence de que no tenemos por qué ser nuestro peor enemigo

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El estudio del poker, bien entendido, es una actividad multidisciplinar que puede englobar ramas tan variadas como los rangos de 3bet, la ciencia de la nutrición, su poquito de educación fí­sica y su mocho de psicologí­a.

La Team Pro de Winamax Leo Margets siempre ha aprovechado los encargos que le han llegado para escribir sobre poker para expandir su curiosidad y sus conocimientos sobre estas actividades paralelas al tapete. La conexión entre ellas es directa e indirecta, no solo nos favorecen en nuestro juego, sino que los avances que hacemos en una de estas disciplinas complementarias muchas veces nos proporcionan herramientas para profundizar en el estudio del resto y cometer menos errores de concepto en nuestro dí­a a dí­a.

Como dice Leo en su nueva entrada para el blog de Winamax, todo el que haya dedicado alguna horita que otra a jugar al poker con intención de competir y obtener resultados favorables, más allá de la diversión que aporta como juego de mesa, «siente que de manera consistente hay momentos en los que se le va la olla y hace jugadas erróneas impulsivamente«. Lo que algunos denominan autosabotaje, término que da tí­tulo al blog. Leo lo explica muy bien, pero si quieres discutimos aquí­ un poco más de lo que trata su disertación.

Todos conocemos la sensación. Has estudiado veinte veces los rangos de defensa de la BB contra jugadores tight, y aún así­ pagas para ver el flop con esos suited connectors tan bonitos. Sabes que ese as en el river en realidad no cambia la lí­nea de la mano, pero pagas la fanta porque te reconcome la idea de que te estén queriendo colar un farol. Y como esas, docenas….

¿Por qué nos hacemos eso?. Leo nos contesta.

«Tu cerebro toma la decisión a conciencia. No se equivoca, no es un autosabotaje: es una decisión basada en cómo túte representas a ti mismo ese momento«.

¿Cómo es posible que tu cerebro tome una decisión consciente que te puede perjudicar así­? Es una reacción fisiológica que tiene todo el sentido, solo que se dispara en un contexto en que no nos favorece.

«Lo primero de todo es saber que aunque el funcionamiento del cerebro parece complejo en realidad se basa en un único objetivo: sobrevivir. Bajo esta premisa los dos mecanismos que motivan a nuestro cerebro son: acercarse al placer y alejarse del dolor…

…Para acercarse al placer el cerebro usa un sistema de recompensas. Por otra parte, tu mente también intenta constantemente alejarte de cualquier sensación dolorosa o negativa… El cerebro no sabe diferenciar de una amenaza real o imaginaria, y por lo tanto te ahuyenta de eso «.

Si te molesta foldear una mano que no debes defender, tu cerebro intenta evitarte el disgusto tomando la decisión de pagar.. Si no soportas la incertidumbre de saber si te quieren colar o no un farol, hace lo necesario para que veas esas cartas y se te disipe la duda. Las decisiones son equivocadas y nos cuestan dinero, pero no es ninguna clase de autoflagelación, ni que carezcamos de la fuerza de voluntad para triunfar en el poker. Es un mecanismo fisiológico. Solo hay que tomar conciencia del funcionamiento de nuestro cerebro y actuar en consecuencia.

«Personalmente, creo que la razón por la que llevo toda la vida entrenando y comiendo bien (gozándolo) es porque para mí­ son actividades placenteras. No tengo que luchar contra mis representaciones mentales y no siento que soy una superhéroe cada vez que pido sardinas con ensalada o cuando salgo a entrenar cada mañana. Hacerlo, lejos de ser un castigo, es un gran placer».

En el momento de duda, cuando nuestro cerebro lucha contra la decisión acertada porque no es la que nos proporciona el mayor placer, la consciencia nos ayuda a evitar el error. Por desgracia, ni disipa la duda ni facilita la decisión, pero sí­ que nos ayuda a encontrar «esa fuerza de voluntad» que pensamos que nos falta.

Es muy difí­cil entrenar para que de un dí­a para otro ponernos a fregar platos pase a ser un placer en nuestra vida, ni vamos a sentir alivio por soltar el mando de la consola y levantarnos para pasar la aspiradora, pero saber por qué nos cuesta tanto ponernos a hacer nuestras tareas, o a estudiar, nos puede ayudar a dejarnos vencer menos por la complacencia que, por nuestro bien, siempre busca nuestro cerebro.