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Con Larry Flynt, muere la partida privada más famosa del mundo

La de Larry Flynt ha sido, sin duda, una biografí­a de las más curiosas e interesantes que se han conocido en la industria del juego. Esa biografí­a ha alcanzado su último capí­tulo con la defunción del empresario, acaecida el dí­a de ayer debido a un fallo cardiaco sufrido en su domicilio de Los Ángeles.

Flynt se hizo mundialmente famoso debido a la pelí­cula biográfica dirigida por Milos Forman en 1996 «El escándalo Larry Flynt». El film se centra en las batallas legales que Flynt tuvo que afrontar para mantener viva su marca Hustler, un imperio montado alrededor de la venta de sexo explí­cito. Sus extravagancias resultaron un filón para que Woody Harrelson creara un gran personaje, aunque en realidad mucha parte del guión gira alrededor de la libertad de expresión, la que protege la primera enmienda de la constitución estadounidense.

Desde que se estrenó la pelí­cula, la carrera empresarial de Flynt tomó un derrotero muy distinto. Se convirtió en empresario del juego, con la adquisición de un casino en el barrio de Gardena, en Los Ángeles, al que añadió la compra de una segunda licencia en 2016. Las historias que rodean esa parte más desconocida del personaje son igual de llamativas, si no más, que las que animaron a la industria del cine a convertirle en protagonista de una superproducción.

Hablar de Larry Flynt y poker, es hablar de Stud y partidas privadas, de las más famosas del mundo, tan reconocidas por los profesionales como las de la Bobby’s Room.

Flynt empezó a jugar al Stud mucho antes de embarcarse en el mundo de los negocios. Sus primeros escarceos con el Stud tuvieron lugar durante su servicio militar. En su página web oficial, Flynt asegura que era operador de radar en el portaviones USS Enterprise cuando este buque recibió la misión de recoger del mar la cápsula espacial en la que habí­a amerizado John Glenn tras una de sus misiones espaciales.

La fortuna que hizo tras dejar la Marina e iniciar sus negocios le permitió profundizar en su amor por el Stud como invitado en las mejores partidas de Las Vegas. Flynt se hizo asiduo del Golden Nugget, pero por aquel entonces, su formato favorito, el Stud No Limit, ya no era practicado con asiduidad. Flynt nunca fue alguien que admitiera el status quo, y en su condición de amateur con dinero, una posición de mucho poder en el ecosistema del Strip, convenció a muchos jugadores como Gabe Kaplan o Eric Drache para jugar partidas según sus propias reglas.

Otro ejemplo de los pocos escrúpulos que tení­a Flynt en desafiar a las fuerzas vivas fue su desencuentro con Joe Binion. Flynt se obsesonó con ganar un brazalete de las WSOP e intentó amañar un torneo. Utilizó un viejo truco, pagar a jugadores para ocupar un sitio en el torneo y perder sus fichas aposta contra él cuando acabaran por coincidir en las mesas. Binion se olió la jugada y situó a Dewey Tomko a pie de mesa para investigar. Tomko destapó la taimada estrategia de Flynt y, como castigo, le prohibió la entrada en el Horseshoe.

Esta anécdota es muy relevante, porque fue el detonante para que Flynt decidiera trasladar las partidas que organizaba en Las Vegas a su residencia de Los Ángeles. Drache, que luego harí­a esa misma labor en los programas de Poker After Dark, fue el encargado de reclutar a los jugadores las partidas, y en cuestión de unas pocas sesiones, la partida privada de Larry Flynt se convirtió en una de las más atractivas del paí­s. Los mejores pros, como Ted Forrest, Barry Greenstein o David Oppenheim, prefirieron muchas veces viajar a California que nutrir las filas de la Bobby’s Room. El mejor jugador de la época, Chip Reese, no estaba invitado. Drache temí­a que reventara la banca.

En sus momentos álgidos, la mesa de poker que tení­a Flynt en su casa se usaba hasta tres veces por semana para jugar en niveles que llegaban con frecuencia casi diaria a los 4.000$/8.000$. Por esas estancias pasó casi todo el que ha sido alguien en el panteón del poker estadounidense, de Stu Ungar a Phil Ivey.

Flynt siempre presumió de que no era un gran perdedor en su partida. Era en parte orgullo herido y en parte realidad. La obsesión de Flynt por el poker le llevó a dar el paso de comprar un casino en el año 2000. Su partida se trasladó al nuevo recinto y se pudo comprobar cuál era el verdadero nivel de su juego.

La partida privada de high stakes siguió siendo por invitación, y el nuevo recinto permitió incluso montar mesas paralelas en que prometedores aspirantes intentaban construir su banca para jugar con los mayores en mesas de 1.000$/2.000$. Aún así­, se resintió por el cambio, porque varios de los amateurs que hací­an tan rentable recibir una llamada de Flynt no estaban tan dispuestos a jugar en un recintopúblico. Por ello, Flynt inauguró también un programa de crédito que gente como Ivey empleó para bancar a gente para mantener la partida abierta, aunque cada vez era más complicado sacarle el dinero al amateur. Entre las promociones del nuevo casino, destacaba una mesa de 75$/150$ en la que podí­as jugar contra el dueño, pero Larry era tan bueno para esos niveles que acabó cargándose la partida por bustear a los regulares de su propio negocio..

Eli Elezra, uno de los habituales de la mesa de Larry Flynt, dio la que parece la evaluación más justa sobre las capacidades del empresario del porno en una pieza publicada por pokerplayer365 en 2008.

«Larry juega demasiadas manos. Por eso todo el mundo quiere jugar con él. Sí­, ha habido unas cuantas veces en que ha ganado más de un millón de dólares en una sesión en su propia partida, pero al final del año pierde lo que se supone que tiene que perder, por eso los pron siquen queriendo jugar contra él desde hace tantos años«.

Como decí­a David Benyamine, » es agradable poder jugar contra alguien que puede perder esa cantidad de dinero, reí­rse de ello y pasar un buen rato mientras lo hace«.

Llegó un momento en que el casino pasó a ser su negocio más boyante. En realida, en su última etapa profesional, Flynt era sobre todo un miembro de la industria del juego, y su último gran proyecto fue abrir un segundo casino, el Lucky Lady, en 2016.

La imagen más reconocible de Larry Flynt es la de su silla de ruedas de oro, a la que estuvo anclado muchas décadas, desde el intento de asesinato que sufrió en los años 70. Un supremacista blanco intentó matarle por publicar fotos explí­citas de parejas interraciales en sus revistas para adultos. Esa silla la han empujado los mejores pros de la historia del poker, que ya lamentan que la partida privada más famosa del mundo haya perdido a su organizador.

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