Hubo un tiempo en el que la disciplina era suficiente para ganar al poker. No es que sea cosa fácil eso de la disciplina, virtud de la que presumimos tanto como de la que carecemos. Existían para las partidas con límite, la modalidad dominante en esta Prehistoria, unas tablas que eran la guía del éxito. La mitad de los jugadores que la respetaba se imponía a la otra mitad, incapaz de tirar cualquier mano formada por dos cartas.
Y parece tan lejano… Era en ese tiempo cuando el jugador imaginativo mandaba logrando cartas gratis con proyectos ante la mansedumbre generalizada. Cuando el cañón se aguantaba hasta el river porque siempre había alguien que iba a intentar el derribo con cualquier cosa, cuando en las mesas cortas de limit los cinco jugadores entraban igualando, donde las subidas no se respetaban. «¿Pero cómo lees al rival en esas mesas?», me decían los científicos de la mesa larga. ¡Acaso hacía falta leer algo!
Eran mesas de locos y de pasivos. Los buenos ganaban porque seleccionaban mejor las manos y sabían tirar proyectos imposibles y jugadas mediocres. Evidentemente, los malos se cansaron de perder y desaparecieron o se reconvirtieron. Así empieza la evolución de la mesa corta de limit, que supongo que es paralela a la de otras modalidades. Repasándola, observamos que no hay mucha diferencia entre la competencia en el póquer y en cualquier sector del mercado. Cuando todos hacen lo mismo, no queda más remedio que buscar la ventaja comparativa e innovar. Si la innovación es rentable, tarde o temprano el resto la imitarán, por lo que no quedará más remedio que buscar nuevos caminos.
La crisis: El día que la gente se dio cuenta de que no todas las cartas valían para ver el flop.
Aún había mesas cortas de límit donde elegir y tenía clara la medida. No me sentaría nunca en una donde viesen el flop menos del 60% de los jugadores. ¿Qué estás empezando en el póquer y no encuentras esas mesas ni en las de dinero virtual? Pues métete en la máquina del tiempo y retrocede sólo cuatro años atrás. Las había y no precisamente en niveles bajos. Había que aguantar con cierta frecuencia que una pareja de ases muriese ante un cuatro y un seis que formaban escaleras milagrosas, pero era cuestión de paciencia y de tiempo. Había leído en lo poco que se había escrito sobre el tema, que en el short limit las parejas pequeñas y suited connectors no servían. Nada más lejos de la realidad. Los botes eran inmensos (más incluso que en mesa larga) y su fácil fold en el flop los hacían sencillos de jugar. Pero llegó el día en el que las mesas de sesenta y tantos desaparecieron… y hubo que admitir las de 55%. Luego las del 50%. Creo que el día que disputé mi primera guerra de ciegas pensé que el Apocalipsis del póquer había llegado, que ya todo el mundo era bueno.
La mayor parte del juego se había convertido en flops de dos o tres jugadores. Los rivales no aguantaban manos basura y no lloraban por tirar la ciega pequeña. La guerra muchas veces era entre el subidor preflop contra la ciega grande, que tenía la desventaja de la posición. Había llegado el momento de atacar con manos que hasta ese momento sólo habían servido para hacer call: las parejas pequeñas, el 7-8 suited, el J-10, cualquier As desde el button. Luego, la apuesta de continuación inspiraba el suficiente temor como para llevarse muchos botes.
La batalla del flop
Empezaba entonces a escribirse bastante de póquer y todos coincidían en que era en el flop donde se podía encontrar la lectura de la mano del rival y hacer buenos folds que impidiesen perder más dinero. Esto era, tenemos 6-7 en ciega grande y nos defendemos de un subidor preflop. Cae algo así como un 10, un 6 y un 3, pasamos él pega, le hacemos check-raise y si nos mete tercera es que estamos claramente por debajo. Desde el otro punto de vista, si somos subidores preflop con A-K y en ese flop nos hacen check-raise, ya podemos rezar por ligar en el turn o tirar la mano. Aún me acuerdo de cómo robaba por sistema botes sin nada en la mano, después de que me hiciesen 3-bet preflop y cayese un As en el flop. Después de un raise en el flop y una continuación en el turn, parejas de damas y reyes acababan foldeando entre sollozos de los rivales. ¡Qué nadie intente esto hoy!
Con ese respeto a las subidas en el flop, la solución pasó por empezar a hacer raise con buenos proyectos para poder derribar al rival sin necesidad de ligar. Por otra parte, las overcards dejaron de temer al check-raise y en muchos casos se optó por meter tercera en el flop con posición en busca de carta gratis, sabedores de que la pareja normalmente garantizaba la victoria.