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Ganar en la PCA tiene mucho peligro

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La PokerStars Caribbean Adventure que se juega en Bahamas tiene tras de sí­ una prolongada historia, suficiente para que las previsiones más importantes a observar tanto para el viaje de ida como para el de vuelta sean bien conocidas por todos.

Ahí­ caben simples consejos como llevar bañador pese a estar en invierno o cómo encontrar un sitio donde comer sin que te cobren como en un restaurante con múltiples estrellas Michelin. Pero también otros como observar religiosamente las leyes antiblanqueo que la aduana estadounidense va a intentar hacer cumplir a rajatabla en la frontera en el viaje de vuelta.

Los ciudadanos que pretenden volar de vuelta de Bahamas hacia Estados Unidos no pueden introducir en el paí­s más de 10.000$ sin declarar, y este lí­mite se aplica a grupos que viajan juntos ,no solo a individuos, para evitar el reparto de efectivo entre pasajeros que en realidad actúan como, llamémosle mulas.

En el aeropuerto de Nassau existe una oficina especial que realiza las inspecciones necesarias para cruzar la frontera estadounidense, con el fin de evitar aglomeraciones en los aeropuertos de destino y facilitar al viajero el acceso a aeropuertos secundarios que no disponen de las instalaciones necesarias.

Las autoridades saben que se está celebrando la PCA, y los jugadores de poker son sujetos de especial interés en esas fechas. En 2012 ya salió a la luz la noticia de tres jóvenes jugadores de poker que intentaron cruzar el puesto de control sin declarar las ganancias conseguidas por un bancaje, y a los que se les confiscaron más de 26.000$.

La tentación de evitar pagar impuestos parece mayor que la debida prudencia y la situación se ha vuelto a repetir, aunque esta vez los elementos de la historia son bastante más aterradores y quizá sirvan de lección para asistentes a futuras ediciones.

Los tres afectados, una pareja y un amigo que les acompañaba que han decidido permanecer anónimos, llevaban encima demasiado efectivo, probablemente porque no contaron con el dinero para gastos comunes que guardaban en la cartera. A uno de ellos le cogieron con exactamente 10.175$, aunque tras el primer interrogatorio ya quedó claro que los tres viajaban juntos. El exceso sobre la cantidad legal era ya innegable.

La primera pista de que estaban en serios problemas fue cuando el poseedor de la mayor cantidad de dinero se tuvo que desnudar para una nueva inspección, ya con la policí­a del aeropuerto presente.

La pesadilla comenzó cuando los agentes de Aduanas entregaron el dinero y a los reos a la policí­a de Bahamas, pese a que la ofensa es contra una ley de los Estados Unidos. Los tres fueron trasladados de inmediato a un centro de detención en el que fueron interrogados por separado. No tardaron mucho en comprobar que las condiciones del complejo eran mucho más duras de lo que esperaban, en comparación con lo leve que ellos pensaban que era la falta cometida.

En la zona de toma de huellas y registro, uno de los norteamericanos escuchó a un reo local gritar a pleno pulmón mientras al menos media docena de policí­as locales enfundados en pantalones de camuflaje empleaban una especie de bastones para darle una tremenda paliza en una habitación contigua. De repente se hizo el silencio. Una hora más tarde vieron a los policí­as cruzar la zona de detención, pero no se volvió a ver a la ví­ctima de los malos tratos.

Cuando llevaban un tiempo esperando a que se les asignara un detective, una agente de policí­a señaló visiblemente molesta que los tres detenidos aún tení­an sus cosas encima, y ordenó que les quitaran las carteras, los pasaportes y todo lo que llevaran encima, incluidos los cinturones y los cordones de los zapatos.

La impresión que tení­an era que la policí­a de Bahamas querí­a que se declararan culpables y permitieran que el dinero fuera confiscado antes de dejarles ir, como sucedió en el caso de 2012. Pero la detención se produjo un viernes por la noche, y los policí­as les dijeron que tendrí­an que pasar las tres próximas noches en un establecimiento penitenciario antes de poder presentarse ante un juez.

Las celdas. Según la descripción de otro de los acusados en el podcast de CrushLivePoker, eran espacios muy reducidos en los que se agolpaban grupos de siete u ocho personas con las peores pintas que habí­a visto, con un agujero en el fondo de la celda para hacer sus necesidades y alrededor del cual se podí­an ver restos de heces y orina. El olor, el aspecto y las condiciones de la prisión lo convertí­an en el peor sitio en el que jamás hubieran estado ninguno de ellos.

Más tarde supieron que esas no eran las celdas que les hubieran asignado, pues realmente estaban en una especie de cuartel. Hubieran sido trasladados a otra prisión, en la que su abogado les aseguró que las condiciones son aún mucho peores.

El letrado también les dijo que eran las primeras personas en sus 38 años de práctica que pudieron evitar la cárcel por ese delito, pero por suerte les dejaron salir tras firmar una especie de fianza y entregar oficialmente sus pasaportes. Recobraron las carteras y pudieron usar las tarjetas de crédito para pagar las tres noches de hotel que les separaban de su cita ante el juez y para contratar ayuda legal.

Cogieron el primer avión disponible después de declararse culpables y ver como se les negaba la devolución de todo el dinero incautado. Un final feliz para una historia que pudo ser mucho, mucho más terrorí­fica aún.

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