Ha fallecido Paul Magriel, a los 71 años de edad. Para hablar de este jugador voy a tirar un poco de memoria, así que espero que me perdonen cualquier desliz.
Los más veteranos en esto del poker, los que nos empezamos a interesar por él a mediados de la pasada década, tuvimos acceso a un sinfín de material audiovisual, proveniente de la fiebre que causó el boom Moneymaker.
Con unos conocimientos mínimos de inglés y sabiendo trastear en el eMule o el torrent, podías conseguir shows tan conocidos como High Stakes Poker o material algo menos recordado hoy en día, como el Professional Poker Tour.
La idea de este último programa era crear un prizepool lo suficientemente atractivo para convencer a los mejores jugadores de torneos a participar en una serie de MTTs que, además de dar acceso inmediato a premios en cash, también repartían puntos para clasificarse a la final del PPT, con un dinero muy interesante a repartir entre los finalistas. Uno de los episodios de este programa estuvo acaparado por un extraño jugador, llamado Paul Magriel, que hizo mesa final y captó la atención de las cámaras durante todo su camino hacia ella.
Magriel tenía una voz peculiar, afectada por la estraña configuración bulbosa de su nariz. Tenía la costumbre de sacar la lengua y repasar el contorno de sus labios con ella de manera bastante grosera. Era con diferencia el personaje más estrambótico de todo el torneo, en el que se enfrentaba a todos los grandes de la época, Negreanu, Hellmuth, Gavin Smith, Josh Arieh, Seidel…
Lo que más llamó mi atención fue su método de apuestas. Siempre que era posible y se ajustaba a la mano, hacía el sonido de un pato «Quack, quack», y ponía sobre la mesa 2.200 puntos, o 22.000. Cualquier número que empezara por 22. Si el tamaño no se ajustaba, procuraba utilizar múltiplos, 44.000 («doble quack, quack»), 66.000… Otra especialidad de la casa era la apuesta «arco iris», que consistía en coger una ficha de cada una de las denominaciones que tenía en su stack, que son de distintos colores, y ponerlas al centro.
Una de las jugadas que está recordando hoy toda la prensa especializada es la eliminación de Phil Hellmuth en el Main Event de 2005. La personalidad de Magriel en la mesa aparece reflejada en este vídeo en todo su esplendor.
Más tarde me enteré que detrás de esta aparente extravagancia, Magriel era una de las mentes más brillantes que han llegado jamás al poker. Se ganó el acceso a las universidades de Nueva York y Princeton con una puntuación perfecta. Se formó en el campo de las matemáticas, con especial predilección por la teoría de la probabilidad.
Fue campeón juvenil del estado de Nueva York en ajedrez, pero el juego que le dio más fama fue el backgammon. Se le considera la máxima autoridad mundial en el juego. Gus Hansen, que también es especialista en el juego de tablero, estudió su libro «Backgammon» hasta la extenuación, como el resto de los jugadores de alto nivel de esta especialidad. También escribió durante bastantes añosa una columna especializada en backgammon en el New York Times.
Todas sus extrañas costumbres proceden del backgammon. Su apodo «X-22», surgió de una simulación de un torneo de 64 jugadores. Le puso nombre a cada jugador imaginario, de «X-1» a «X-64», y «X-22» fue el que resultó ganador. Coincide que 22 es una tirada que en backgammon se conoce como «los patos», igual que las hole cards 22 en el poker. De ahí surgió toda su extraño sizing en las apuestas.
Con su historial, tenía que acabar desembarcando sí o sí en el poker, una vez el dinero empezó a fluir a esta especialidad. Y también aportó mucho a la teoría del poker.
Se le considera el inventor de la fórmula que muchos utilizamos en nuestros inicios para situarnos en la dinámica de los torneos. No es más que la relación entre tus fichas y las fichas que te cuesta cada órbita, sumando ciegas y antes. Según el número resultante de esta relación, M, te considerabas más o menos apurado en un torneo. El objetivo era procurar no llegar nunca a la zona roja, que era cualquier resultado en que M-<= 5. Entonces solo debías entrar en las manos yendo all-in.
Dan Harrington, otro jugador procedente del ajedrez, como Seidel y tantos otros, recogió esta fórmula en su famosa trilogía sobre torneos de No Limit Hold’em, lo que la hizo mundialmente conocida.
Su cadáver fue hallado en su apartemento de las Vegas por su asistente, que trabajaba con él en un nuevo libro.