Hablemos de fútbol ya que tenemos una sección titulada Todo menos poker. España arrancó ayer en la Eurocopa 2008 con un muy buen resultado y algunas incertidumbres. Rusia fue un rival muy flojo que, aún así, pudo evidenciar en algunos momentos ciertos males endémicos del combinado español. Lo mejor sin duda el hat trick de Villa que servirá para recuperar al jugador tras una temporada horripilante en el Valencia.
Ayer, a pesar de lo engañoso del resultado, el equipo estuvo espeso en el ataque y desorientado en la defensa. En la elaboración siempre faltaba la punta de velocidad necesaria para lanzar el ataque y el pase a los dos chicos de adelante. Con Torres y Villa en forma, la delantera resulta temible. Sin embargo, se percibió cierta problemática en su entendimiento con la línea central. Los dos arietes españoles se crecen con espacios por delante y Xavi e Iniesta encuentran su mejor juego en las distancias cortas, cuando los últimos tres cuartos de campo se convierten en un bosque de pantorrillas.
España, sin embargo, terminó venciendo a la contra; olvidando el guión preparado para su línea de medios. En el primero Torres habilita generoso a Villa. En el segundo, ante un defensor blandito, el asturiano se encontró con su razón de ser futbolística: desmarque, espacio, carrera y regate final.
Llegó la reanudación y pareció que, talmente, los jugadores hubieran utilizado el descanso para echarse una españolísima siesta. La modorra se apoderó del equipo de una forma inconcebible y es en ese momento donde debiera aparecer la figura de un jugador de campo capaz, por carácter, de hacer despertar a los suyos aunque sea a insultos; solo Puyol parece tener la ascendencia necesaria en el vestuario para pegar un par de gritos cuando la situación lo requiere. De otro modo, el encargado de solucionar el desabarajuste es Luis Aragonés y ayer, la decisión de sentar a Torres fue, cuando menos, ciertamente excéntrica. Un delantero como Torres vive en un permanente estado de ansiedad goleadora. Necesita el gol como el yonqui necesita la heroína y ayer Rusia era el camello perfecto. Villa llevaba dos y el hipotético gol que le quedaba por marcar al Niño hubiera tenido un efecto balsámico y hubiera servido para certificar el gran entendimiento que la pareja atacante había mostrado hasta ese momento. Aragonés debería haber ejercido de Pavlov ya que Rusia se empeñaba en poner el filete y la campana.
Otro contraataque puso la tranquilidad en el marcador. Iniesta se inventó un gran pase final para el tercero del Guaje quien corrió al banquillo para dedicárselo a Torres en un gesto que confirmaba que ni él mismo había entendido la decisión de Aragonés.
Entonces, Rusia se encontró con ese gol que La Roja siempre recibe. Con el 3-1 en el marcador, los fantasmas que España guarda en el armario hicieron su primera aparición. Son esos momentos donde los jugadores parecen olvidarse de cómo se gana un partido y el equipo se descompone. Aquí se echó de menos, de nuevo, al líder natural que sabe motivar a sus compañeros para enderezar el rumbo, y vive Dios que no estoy pensando en Raúl.
Gracias al enorme trabajo de Senna en la segunda parte (en la primera estuvo desaparecido) y la autoridad defensiva de Puyol, el equipo pudo sobreponerse para apuntillar a los rusos. Salieron Cazorla y Fí bregas para oxigenar a la escuadra el primero y para poner el talento el segundo que, además, pudo encontrarse con el gol por primera vez en 26 partidos con La Roja.
Un partido menos, una incógnita más.