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El debate sobre la publicidad del juego, otra bomba de relojería

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En los tiempos que corren, en los que la frontera entre los dilemas morales y la polí­tica se entremezcla más que nunca, la publicidad sobre el juego online está ocupando quizá demasiado tiempo en los parlamentos de media Europa.

Desde la lejaní­a, estamos siguiendo el desarrollo del Decreto Dignitá en Italia. Esta decisión polí­tica tomada por un nuevo gobierno de marcado carácter conservador ha atajado la problemática sobre la publicidad responsable sobre el juego online con su total prohibición. No solo es un grave caso de discriminación respecto a otros sectores que lidian con problemas similares de salud pública, sino un incumplimiento tácito de los compromisos adquiridos con las empresas a las que se convenció para adquirir una carí­sima licencia.

En España, se está preparando también un cambio en la regulación de la publicidad sobre el juego online, aunque desde un punto de vista mucho más racional.

Por supuesto, existen personas que preferirí­an un enfoque como el italiano, pero, ¿por qué merecerí­a la industria del juego un tratamiento distinto a la del alcohol, por ejemplo, cuando los peligros que presenta para exacerbar la disfuncionalidad de una persona son similares?

El debate está en la mente de muchas de las personas que de manera u otra estamos relacionados con la industria. La Team Pro de Winamax Leo Margets lanza la misma pregunta en sus redes sociales.

El acerbo cultural y social sobre el juego en la cultura europea asocia esta industria de manera directa a la ludopatí­a. El juego, como actividad, no genera ningún peligro fí­sico a su practicante, al contrario de lo que sucede con el tabaco o el alcohol. Sin embargo, comparte una capacidad indudable de generar adicción.

La calidad de la información accesible al ciudadano es la única diferencia que provoca que la publicidad sobre el tabaco esté prohibida en la Unión Europea, que se quiera limitar severamente la del juego, y que, por contra, la canción del anuncio de una marca de cerveza sea, año tras año, la canción del verano.

Desde luego, no pongo en entredicho la relación de causalidad entre el juego y la ludopatí­a. La misma que tienen las tiendas de ropa en los problemas que le causa a una persona una fijación enfermiza por las compras o las empresas de cruceros cuando una persona decide de manera totalmente ilógica endeudarse con un préstamo que no puede pagar para irse de vacaciones.

De lo que siempre ha sido culpable la industria del juego es de realizar una publicidad completamente irresponsable.

Cuando yo tení­a que justificar el uso que hago de los servicios de las empresas de juego online, la respuesta era sencilla: «Prefiero jugarme 20€ al poker que tomarme tres cubatas». Sencillo y al grano. Irrebatible. El argumento establece tres premisas indiscutibles. Es mi decisión, lo hago de manera consciente y entiendo perfectamente el uso que hago de mi dinero.

El enfoque clásico de la publicidad sobre el juego, la que promete que todo el mundo que apuesta o juega va a ser un ganador celebrado en su cí­rculo í­ntimo de familia y amigos, busca facilitar esa toma de posición. Sigue siendo tu decisión, pero inconscientemente piensas que siempre vas a ganar dinero, y con eso se elimina tanto el uso racional del servicio como la consciencia sobre los actos.

Ese tipo de publicidad es muy dañina para las personas más expuestas a los peligros de una adicción. Crea un refuerzo psicológico en las personas incapaces de tomar decisiones de manera estrictamente racional que, a veces, puede ser dañino para ellas.

También son muy discutibles ciertas mecánicas que se aplican al desarrollo de la actividad de los casinos y las salas de poker, y que buscan acrecentar la exposición a la adicción. La creación de recompensas acumulativas o la presentación de objetivos por volumen son instrumentos en apariencia inocuos, pero que generan indefensión en las personas más expuestas a engancharse a una actividad.

El uso de este tipo de dependencia psicológica está causando problemas similares en otros sectores que no comparten la mala prensa que tiene el juego. Por ejemplo, el sector del entretenimiento electrónico -videojuegos, aplicaciones para móviles, etc.-, está explotando las tendencias impulsivas de una sector muy desprotegido como es la infancia con la monetización de este tipo de mecánicas.

El debate que habrí­a que instituir sobre la publicidad del sector del juego es el mismo que se está abriendo sobre la monetización de las tendencias impulsivas de los usuarios de los videojuegos.

Pero claro, el viento sopla en la otra dirección, como siempre. Esta es la nota que ha ofrecido la DGOJ -que por cierto está realizando un gran trabajo para encauzar el debate sobre la publicidad del juego tanto en los despachos como en la prensa- sobre las acciones que los reguladores europeos pretenden tomar sobre el problema de la monetización de ciertos aspectos de los videojuegos.

«Los reguladores del juego de 16 Estados y territorios europeos y americanos han firmado una declaración en la que expresan de manera compartida su preocupación sobre los riesgos asociados a las cada vez más difusas fronteras entre el juego de azar y otras formas de entretenimiento digital, como los videojuegos. Los reguladores firmantes identifican en algunos de estos productos y servicios caracterí­sticas similares a las que condujeron a desarrollar sus respectivas regulaciones del juego en lí­nea».

El peligro que se identifica es una intención de la industria del ocio electrónico de cruzar la frontera que debe apartar al juego de la sociedad bienpensante. Cuando, en realidad, es la industria del juego la que está tomando recortes de la de los videojuegos, sin el mí­nimo reparo, para mejorar su retención de clientes.

El problema subyacente en toda esta súbita necesidad de regular la publicidad del juego es que ni la sociedad conoce la verdad del sector ni el sector se presenta de manera honesta ante la sociedad.

El juego es una actividad de ocio que no deberí­a ser distinta a ir al cine o pasar la tarde en una cafeterí­a. Cada uno elige cómo emplear su ocio, con la idea clara de que acceder a ese ocio me cuesta un dinero. Pero genera mucho más beneficio plantear la idea equivocada de que jugando no es que tenga una pequeña probabilidad estadí­stica debida a la varianza de ganar un premio, que es el atractivo añadido a esta actividad, sino que, efectivamente, voy a ganarlo.

Otro tema colateral es que el poker es una actividad muy distinta al resto de juegos, en la que el esfuerzo, el estudio, la práctica y la gestión responsable de banca sí­ que permite a muchos jugadores tener la seguridad de ganar dinero a largo plazo.

Pero, ufff… Vayamos pasito a pasito. Mientras, asistamos impávidos, como hemos hecho siempre, a cómo se aprestan a regular los terribles peligros del juego desde su escaño en los parlamentos señorí­as que echan la Primitiva todas las semanas e intercambian alegremente Loterí­a de Navidad con su familia. Y a salir lo mejor parados posible.