Se acabaron las cábalas. La profecía se ha cumplido. Uno de los integrantes de la denostada directiva que vació las cuentas de Full Tilt Poker antes de que el Departamento de Justicia le diera la puntilla con los procesos del Black Friday se ha atrevido a entrar en el Rio y sentarse a la mesa de un torneo de las WSOP. Y no ha sido Howard Lederer, no. Ha sido el incorpóreo, el ausente, el ninja cowboy Chris Ferguson.
La sala, resucitada por PokerStars, mantiene a duras penas su identidad como una skin de su rescatadora. Los intermediarios encargados de procesar los pagos de los últimos balances que quedan por saldar de Full Tilt tienen aún cerca de 3.000 cuentas por revisar, pero la mayor parte del trabajo está hecho. El Black Friday ha cumplido un lustro y, en esta industria, que se mueve a velocidad de vértigo, parece pertenecer ya a una era anterior a las últimas glaciaciones.
Alguien había decidido que era hora de enterrar el pasado. En la previa de las WSOP el rumor ya estaba en la calle. Alguna pluma interesada se dedicó a lanzar globos sonda para testear el grado de confrontación que se podría encontrar alguno de los socios de Full Tilt Poker imputados en las demandas civiles del Black Friday si asomaba la cara por las mesas.
A escasos días del comienzo de las Series, Howard Lederer utilizó de mensajero a Daniel Negreanu para hacer público su arrepentimiento por lo sucedido y asumir su cuota de responsabilidad en el mayor fiasco de la historia del poker. Pensamos que el impulsor de la campaña de relaciones públicas para poder volver al Rio se había quitado la careta y todas las elucubraciones de los medios sobre el posible retorno al poker de uno de los miembros de la antigua banda de Full Tilt se centraron en Lederer.
Pero mire usted por dónde, el que se ha personado en las WSOP ha sido Chris Ferguson. Y no ha tardado lo más mínimo. Se ha presentado a jugar el Stud Championship de 10.000$, el primer evento para los jugadores «de verdad», después del reconocimiento a los empleados de casino y la barra libre del Colossus II.
Allí se plantó, como si este último lustro no hubiera existido. Con la barba y la melena que le ganaron el sobrenombre de Jesús y su sombrero de cowboy de toda la vida -bueno, sin parche-. Como si en vez de escondido hubiera estado criogenizado.
El seguimiento oficial de las WSOP ignoró completamente su vuelta hasta que estuvo a punto de ser eliminado en el nivel nueve. A un campeón del Main Event que volvía a las mesas del Rio, a un poseedor de un total de cinco brazaletes que forjó toda su leyenda pokerística en este festival. Pues muy bien.
Por medio de AssoPoker, que tiene a algún que otro colaborador voluntario en el casino, sabemos que le asignaron la mesa de Phil Hellmuth, que hizo de portavoz de la comunidad pokerística para decirle, estrechándole la mano: «Bienvenido. Todos sabemos que túno eras el responsable». Habla por ti, Phil.
Los compañeros de Pokernews estuvieron más gallardos, y se atrevieron a preguntarle hasta en tres ocasiones sobre si tenía algo que decir sobre los acontecimientos que provocaron su desvanecimiento del reino de los mortales en 2011, pero en todas se encontraron ante el mismo lacónico muro de palabras «Yo estoy aquí para jugar al poker».
También recogen declaraciones de Layne Flack, que nos recuerda a quienes no tenemos la suerte de conocer al verdadero Ferguson que no está en la naturaleza de Chris quedarse ni con un céntimo que no sea suyo, al revés, es un alma pura y generosa. Pues que hable de una vez, co… córcholis, que si no, ¿cómo vamos a saberlo?.
Nos queda el consuelo de saber que no pasó por caja antes de dar las necesarias y esperadas explicaciones a los que fueron sus clientes. Gracias, Max Pescatori, me deja mucho más tranquilo saber que aún no ha salido ni un solo dólar de la comunidad del poker hacia el bolsillo de Chris Ferguson antes de que se atreva a contar qué demonios ocurrió en Full Tilt Poker.
