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¿Bueno o malo para el poker? Virtudes y defectos expuestos en el Main Event

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Como cada verano, el Main Event le ha asegurado al poker una notable presencia mediática en los medios generalistas, especialmente una cantidad importante de horas de «prime time» en el canal más importante de información deportiva a nivel mundial.

Es el gran escaparate de nuestro juego. Se ha demostrado una y mil veces. Con recordar a Chris Moneymaker queda todo dicho. Son muchos detalles los que pueden afectar a la imagen que da el poker ante un público que se expone por primera vez a él. Imagina que no sabes de qué va el fútbol y te dispones a ver tu primer partido. No es lo mismo disfrutar de un juego virtuoso a cargo de dos grandes equipos en un partido emocionante que asistir al triste espectáculo de un partido trabado con constantes patadas, tanganas, protestas al árbitro, etc…

Una primera experiencia positiva puede ganar un jugador para el poker, mientras una negativa puede llegar a matar el frágil rescoldo de curiosidad que alguien pueda sentir hacia nuestro juego.

En su último ví­deo para Youtube, Doug Polk repasa varias de las discusiones que se han generado durante la emisión de la final del Main Event, muchas de ellas respaldadas con el argumento de que algo o alguien estaba ofreciendo una imagen buena o mala para el poker.

En su lista están los comentarios de Antonio Esfandiari y Norman Chad, la figura de John Hesp y, en un ámbito más general, la imagen de Phil Hellmuth y Daniel Negreanu.

En el caso de los comentaristas, a Antonio y a Norman Chad les han caí­do palos por diversas causas. Al parecer, Chad estuvo especialmente ácido con sus comentarios sobre la comunidad del poker. En el caso de Esfandiari, las crí­ticas fueron más técnicas, acusándole de fijarse demasiado en las cartas vistas y haciendo comentarios demasiado centrados en información que se supone que los comentaristas desconocen. A Esfandiari se le reprochó especialmente su repetido argumento de que los jugadores estaban actuando demasiado deprisa, cuando, y en esto estaremos todos de acuerdo, el tanqueo es probablemente la peor expresión del poker en televisión

Para Polk, lo único que afecta a la imagen del poker en relación a los comentaristas es su capacidad de conectar con la gente que no ha tenido demasiado contacto previo con nuestro juego, y en eso, Chad y Esfandiari son especialmente buenos. Según Doug, cualquier otro tipo de crí­tica, aún reconociendo que no sabí­a demasiado bien lo que habí­a estado diciendo Norman Chad, son aspectos que les podí­an rechinar más o menos a gente con experiencia y habilidad en el poker, mas nunca al espectador ocasional.

De John Hesp qué vamos a decir. Ha enamorado completamente a todo el mundo con su simpatí­a, su imagen, sus ganas de divertirse jugando y su caballerosidad en la mesa. Doug no es la excepción. No creo que pueda haber excepciones, a decir verdad. Las redes sociales le han demostrado el agradecimiento de toda la comunidad, y las WSOP le agasajaron con el «Shuffle up and deal» del último dí­a de torneo en agradecimiento a su comportamiento en las mesas.

Por último, Polk coincide en que Phil Hellmuth y Daniel Negreanu son ya desde hace bastantes años el rostro del poker frente al resto de la sociedad, los representantes más conocidos de nuestra comunidad ante el gran público. Y no lo han hecho nada mal hasta ahora, aunque las preferencias de Polk parecen decantarse por Hellmuth.

El ví­deo se despide con una reflexión. En realidad, remata Polk, tampoco tiene demasiada importancia. Lo vital es que el poker tenga presencia en los medios. Cuantas más retransmisiones, mejor. Serí­a preferible que PokerGo tuviera otro tipo de monetización, en vez de encerrar su contenido bajo suscripción. Y en realidad, lo que más afecta al poker en la actualidad son las regulaciones que impiden jugar a jugadores resdentes en paí­ses como China o Estados Unidos, mercados muy importantes para la salud de la industria a nivel mundial.

Aquí­ creo que Polk se equivoca un poco. Es cierto que la propia existencia del Main Event, de su historia, su épica y de sus premios millonarios es suficientemente atractiva, más allá de quién es su campeón. Pero, en realidad sí­ que tiene importancia la imagen que da el poker en el Main Event. En dos aspectos fundamentales, a mi entender.

Primero, creo que hace una clasificación demasiado estricta entre el espectador que ya es aficionado al poker y el que es virgen completamente respecto al juego. Quien no conoce que el poker y oye de refilón en la tele que el ganador se lleva 8.150.000$ queda igual de impactado si gana un aburrido grinder con cara de amargado que un tipo como Qui Nguyen, que se siente por momentos como el Rey Midas. Pero también hay un sector de público que aprovecha el Main Event para reforzar su imagen previa, ya formada, acerca del poker. Quizá no busca contenido especí­fico de poker para su ocio, pero aprovecha que se lo ponen en bandeja para consumirlo. Como el que no entiende mucho de baloncesto, pero no se pierde a España en el Mundial. Que está como latente. La final de Los Angeles y el Mundial de Japón crearon dos enormes corrientes de aficionados al baloncesto en nuestro paí­s, coincidiendo con las dos mejores experiencias ofrecidas de ese deporte a través de la pequeña pantalla.

En ese aspecto, creo que es mucho más peligroso dar una mala imagen que una buena. Quizá no se vaya a dar un porcentaje elevado de gente curiosa que se decida a pisar un casino porque ve un Main Event divertido, pero puedes perder completamente a todo ese grupo de potenciales jugadores para siempre cada vez que un Kassouf se hace con las riendas del show o un Neuville o un Zvi Stern convierten estar sentado a una mesa de poker en un suplicio con su tanqueo. O si los comentarios indican que los los pros deberí­an dominar el juego y no se están tomando el tiempo adecuado para pensar en cómo destruir al recreacional, presentado como objetivo último del juego.

Segundo, hay que recordar que el efecto Moneymaker, además del obvio resultado de mostrar la existencia del poker online al mundo y la posibilidad de acceder a los grandes torneos y a los premios millonarios a través de satélites mucho más económicos, provocó una segunda migración de la que no se habla demasiado, que es la de los jugadores online a los casinos, tanto en Estados Unidos como en lugares del mundo en los que la cultura del juego tení­a incluso peor reputación. La gente descubrió que nadie muerde a nadie en una mesa de poker. Que no hace falta ir armado a un torneo y que no se juega encerrado en un trastero a la luz de una lámpara baja rodeado de mafiosos de mirada torva.

La normalización del poker ya se ha conseguido, pero sigue habiendo terreno que conquistar en ese aspecto particular de la idiosincrasia del poker.

El poker es un juego social, y la emisión de comportamientos antisociales en una mesa de poker es la peor publicidad posible. No solo afecta al espectador novato. Un aficionado que haya hecho sus pinitos en el poker online y busque un refuerzo a su afición en las retransmisiones, u otro que esté barajando la posibilidad de aumentar su implicación y pasar de la timba de amigos a inversiones en torneos en vivo, está más expuesto aún a decantarse a favor o en contra de nuestro juego que el público casual.

Otra cosa que diferencia al poker del resto de deportes y que agudiza la respuesta del público a la imagen del poker en televisión es que no hay circunstancia alguna, ni fí­sica ni en relación a la habilidad de la que se haga gala en la mesa, que te impida sentarte a la mesa del torneo más importante del mundo. Tan solo el coste de la entrada. El poker puede incorporar directamente al espectador a su base, al propio circuito. No hablamos de un efecto cantera, efectivo a décadas vista como en otras disciplinas. Hablamos de inmediatez. Moneymaker ganó un torneo de 839 jugadores. Al año siguiente eran 2.576. La victoria de Greg Raymer, que ha sido oscurecida por el paso del tiempo, fue probablemente tan importante o más que la del propio Moneymaker, y en 2005 las WSOP programaron 11 torneos extra y metieron en el Main Event a 5.619 jugadores.

Por eso creo que Polk minusvalora lo que podrí­a haber sido el efecto Hesp, un empresario virtualmente jubilado, que puso un gestor al frente de sus negocios para dedicar su tiempo a su familia y sus hobbys y disfrutar de la vida. Parece disfrutar en igual medida del poker. El invitado ideal para un «talk show», imagen perfecta para cualqueir telediario. Y aunque no ganara, el efecto sanador de su presencia en cámara después de años de Main Events polémicos o aburridos es mucho mayor de lo que se pueda pensar.